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Hemos tenido que esperar cincuenta años para descubrir que J. R. R. Tolkien fue nominado al Premio Nobel de Literatura. Las nominaciones son secretas, y el contenido no debe revelarse hasta que haya pasado medio siglo, pero ya se ha hecho publico que C.S. Lewis propuso a su amigo para los premios en el año 1961, candidatura que fue rechazada por el jurado así como la de Graham Greene, Lawrence Durrell o Robert Foster en favor del yugoslavo Ivo Andric.
Desde que la noticia fue publicada muchas han sido las opiniones a favor o en contra de que Tolkien recibiese este premio. ¿Realmente la prosa de Tolkien es lo suficientemente buena como para recibir el Premio Nobel? ¿Es acaso su manera de escribir lo que nos inspira y hace de El Señor de los Anillos un libro especial, o la causante es la subcreación, esa mitología creada a la perfección, ese mundo que es coherente y cuyos cabos se han atado hasta el más mínimo detalle?
La obra del Tolkien es un icono para la literatura fantástica, lo que ha sentado las bases para la forma en que a partir de entonces nos hemos imaginado personajes fantásticos como elfos o enanos. Da lo mismo que la palabra esté impresa sobre una novela de Dragonlance o entre las tapas de un juego de rol: los elfos siempre son altos y de orejas puntiagudas, y esos elfos han sido creados originalmente por Tolkien.
Ahora bien, ¿es eso suficiente para merecer un Nobel de Literatura? Eso es algo que cada uno de nosotros debe decidir.