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Crónica a cargo de Antonio Cepas «Vardamir»

Había una vez un pobre hombre llamado Niggle, que tenía que hacer un largo viaje. Él no quería; en realidad, todo aquel asunto le resultaba enojoso, pero no estaba en su mano evitarlo. Sabía que en cualquier momento tendría que ponerse en camino, y sin embargo no apresuraba los preparativos.

«Para no gustarle las alegorías a Tolkien, no veas», comentaba una de las socias casi al comienzo de nuestro debate sobre Hoja de Niggle. El pasado sábado 13 de abril nos volvimos a reunir una veintena de socios en Madrid, esta vez en un nuevo espacio: el Centro Cultural Puerta de Toledo. Tras ponernos al día y dar la bienvenida a las recientes incorporaciones al Smial, pusimos en común nuestra experiencia leyendo esta pequeña obra de J.R.R. Tolkien.

La sinopsis del libro podría ser la siguiente:

Hoja de Niggle es un corto relato sobre Niggle, un pintor no muy exitoso, en parte porque debe dedicar su esfuerzo a otras muchas cosas además de a pintar. Desde hace un tiempo está obsesionado por un lienzo en particular: una pintura de un árbol con un paisaje que se extiende detrás de él. El cuadro sigue haciéndose más y más grande, pero Niggle tiene un curioso viaje que hacer.

Este relato fue escrito por Tolkien en 1939, en un intervalo mientras trabajaba en El Señor de los Anillos. Como él mismo contó en una de sus cartas, una mañana se levantó con esta historia en su cabeza y solo tuvo que pasarla a limpio. Desde luego no es un texto muy largo, y en general, todos comentamos que no había supuesto mucho esfuerzo leerlo.

Hicimos una primera ronda donde todos los presentes contamos nuestro punto de vista sobre la obra, y las opiniones fueron muy diversas. Hubo quien había disfrutado mucho de su lectura, encontrando referencias más o menos evidentes; pero también se escucharon algunas voces críticas con el tono algo dramático de la historia, o con su posible alegoría religiosa. En esta primera parte coincidimos en general en que se apreciaban varias partes que podrían representar la vida y muerte de Niggle, su estancia en algo parecido a un limbo o un purgatorio, y finalmente, su llegada a un paraíso conformado por los elementos de su propio lienzo, y donde le acompaña su vecino Parish (con cierta discrepancia sobre si el paraíso empezaba ahí, o más adelante).

Tras estas primeras impresiones, ya mediada la reunión, pudimos debatir sobre parte de los interrogantes del relato. Vimos entre todos los paralelismos entre los trabajos e interrupciones de Niggle, y la vida profesional y personal del propio Tolkien en Oxford, quizás todo esto representado en su vecino Parish. También hubo cierto consenso en que Tolkien había querido reflejar su proceso creativo en el texto, y su necesidad de trabajar a conciencia los detalles de las hojas mientras el árbol parecía no completarse nunca. Además, intentamos buscar respuestas para las misteriosas voces que dialogan sobre el pasado y el futuro de Niggle, y para los personajes del final. ¿Cuántos mensajes escondidos habrá entre estas líneas?

Aprovecho también estas líneas para agradecer el trabajo y el esfuerzo de nuestro presi Amrod Felagund, que se había preparado a conciencia la reunión. Gracias a sus apuntes pudimos, entre otras muchas anécdotas muy interesantes, conocer los puntos de vista sobre esta historia de Tom Shippey en el libro Autor del Siglo, o las palabras de Eduardo Segura en su ensayo Estética y Don en Hoja de Niggle.

No nos quedó más remedio que finalizar el encuentro en el Centro Cultural, pese a que intuíamos que podíamos continuar elucubrando sobre este relato, y aprovechamos el buen tiempo y la alegría de vernos para celebrarlo en otro lugar cercano, entre bebidas y risas. Y así pudimos dedicar tiempo también a pintar los detalles de las hojas, como le habría gustado a nuestro querido profesor. ¡Por muchas más reuniones así!